3. Etéreo

El mar me bañaba hasta los tobillos, golpeándome con cada ola. Había algunos surfistas peinando el poco oleaje de aquella mañana incierta. El sol no brillaba en exceso, pero acariciaba con calidez la piel de mis brazos. El bloc de dibujo descansaba sobre mis piernas flexionadas, a salvo del agua, mientras con el carboncillo dibujaba cometas imaginarias, portadoras de sueños, sobrevolando la espuma y la sal. Soplaba una brisa suave que traía consigo los susurros que la noche anterior habían estado en boca de los amantes. Las nubes se arremolinaban de forma aleatoria, restándole protagonismo con intermitencias a un sol cansado. Los niños corrían por la orilla, bañando sus pequeños pantalones con pequeñas gotas saladas. Algunas conchas dibujaban mapas en la arena, mecidas por el vaivén de la marea, brillando como perlas bajo el agua cristalina. Dibujar solía recordarme a las largas tardes en las que ella recogía su larga melena en un intento de moño, dejando a los mechones derramar...