El Akelarre - Libre

 



Desde la cima se podía ver el mar mientras le invadía el olor de la tierra y los pinos, del romero y la vegetación mediterránea que tanto la embriagaba. Levantó la vista hacia el horizonte, dejando que sus pupilas se perdiesen en la inmensidad del gran azul, en aquella línea difusa que guardaba todas las aventuras que estaba dispuesta a vivir.

Una pequeña rapaz sobrevoló la cima y, por un instante, ansió su vuelo y se imaginó sobre sus alas. La contradicción del mundo la asfixiaba y, rodeada de nubes, con los acantilados bajo sus botas, se sentía más libre. Se alejaba del bullicio de una sociedad con normas que no estaban pensadas para quienes eran como ella, se movían como ella.

Sobre sus hombros había cargado muchos años de rebeldía furiosa que la habían conducido a experimentar caminos juzgados por una mayoría esclava de una moral impuesta. Una losa que le generaba un nudo prieto en la garganta si pensaba en ello con detenimiento y en las personas que había sufrido algunos de sus arrebatos.

Una rebeldía embravecida que le había llevado a convertirse, ahora, en quien era. En una mujer libre, compasiva con quienes sabía maniatados por las cadenas de las imposiciones y capaz de entender a los que, por voluntad propia, no habían seguido su camino. Su rebeldía había evolucionado hacia una posición mucho más calmada, segura de sí, sin remordimientos y con la capacidad de cerrar las heridas que había dejado a su paso.

En esto, ellas también tenían mucho que ver. En sus diferencias, en las perspectivas que no compartían, pero siempre respetaban, había sido capaz de vislumbrar la armonía que se podía alcanzar gracias a una sororidad nutrida por el amor y la tolerancia. Visiones y misiones dispares, anhelos, metas, formas de abordar los problemas y las alegrías. Filosofías de vida muy distintas que iban desde profundas espiritualidades, hasta el ateísmo más acérrimo. Ansias de concebir y corazones donde la maternidad era lo último que se contemplaba. Profesiones, aficiones, todo en definitiva, parecían motivos para alejarlas, pero no había nada más lejos de la realidad.

El ave sobrevoló con otro lento círculo la cima, planeando, majestuosa y atenta. Ajena a sus pensamientos...o no. Miró en derredor y no atisbó movimiento entre los arbustos, nada parecía indicar posibilidad de caza. Lo que la confundió.

Aquella mañana había salido completamente sola, con necesidad de reconectar consigo misma. Algo que el ajetreo de los quehaceres diarios no le permitía hacer tan a menudo como quisiera. ¿Qué hacía allí aquella ave? ¿Qué buscaba?

Otra vuelta. Silencio.

Y, entonces, lo supo. Era su amuleto, su talismán. Lo que la había traído hasta allí, lo que les había traído hasta allí a ambas, era el magnetismo de dos almas que ansían encontrarse. Cerró los ojos y se fundió con ella, creyó ver a través de la rapaz que, de pronto, viró su perspectiva, acelerando su vuelo y lanzándose en picado. Se sobresaltó tanto que abrió los ojos. Y ya no estaba allí.

A lo lejos, más abajo, le pareció ver una pequeña mancha negra elevar el vuelo. Pero no iba sola, sino que cargaba el cuerpo inerte de lo que parecía ser su almuerzo.


A.M.G.

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