Cita con ángeles
De nuevo, es Silvio el que despierta mi
momento de reflexión con su “Cita con ángeles”. Recorriendo un análisis del
deplorable comportamiento humano a lo largo de siglos y siglos de una historia
de la que debemos responsabilizarnos únicamente nosotros, las lágrimas afloran.
Y acuso a todo aquel que, insensible, no sienta su alma magullada al escuchar
los versos de este cantautor cubano o, simplemente, al echar la vista atrás y
detenerse en esos puntos abismales que ha alcanzado nuestra humanidad.
El tiempo avanza y las aberraciones que
cometemos crecen en gravedad. Desde malos tratos a un igual, pasando por
homicidios injustos y llegando hasta genocidios sin motivo, defendiendo
intereses que, incoherentemente, se colocan por encima de las vidas humanas.
Aunque creamos que vivimos en un mundo en el que todo funciona a la perfección,
salvo pequeños defectos, estamos creyendo una mentira. Los tiempos que corren
son convulsos, pues así los creamos nosotros. Hablo de un mundo contaminado,
contaminado por un odio que supera la empatía; una envidia que supera la
admiración; una ambición que se coloca por encima de la modestia sincera; una
sobreprotección de nuestros intereses que vence la valoración de lo ajeno; un
egoísmo que lucha contra la generosidad del sentimiento y que siempre coloca a
nuestro propio yo por delante de gente que nos quiere; una autocompasión que
convence al esfuerzo en su desaparición en la consecución de nuestras metas. Y
así podría enumerar, una tras otra, todas esas espinas que envuelven al ser
humano. Y es que, suponiéndonos más inteligentes que el resto de animales,
somos capaces de matarnos entre nosotros por causas tan nefastas y
despreciables como el dinero, el poder, la gloria y el odio. Y, así,
demostramos que nuestra historia, aunque repleta de maravillas y avances, se ha
convertido en la más corta y la más repleta de hechos vergonzosos que nuestro
planeta, con sus millones de años, ha vivido nunca. Y, ¿qué se puede esperar de
seres que no se respetan entre ellos? La degradación de la Tierra y de sus
maravillas también viene de nuestra mano.
Vivo un debate interno en el que no sé si
amar a nuestra especie u odiarla y creo que el sentimiento exacto se llama
decepción, decepción al ver la incompetencia de nuestra raza en sacar adelante
aquellos valores que sí merecen la pena. Y, cuando nace alguien que se esfuerza
en buscar ese bien que tanta falta nos hace, ya nos encargamos de asesinarlo o
de dejar que su estela se diluya tras su muerte, si es que no hemos intervenido
en ella. Sólo quedará un nombre que provocará admiración al ser escuchado, pero
nada más. Pocos se encargarán de seguir su tarea. Y el barco se va hundiendo,
poco a poco, hasta tocar fondo. La duda es si sabremos sacarlo a flote en algún
momento. Mi propuesta es la misma que sugiere está canción que ha iniciado la
cadena de reflexiones. Cito textualmente, tal y como canta Silvio en sus versos
finales: “Seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas”.
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