Miedo


La complejidad del ser humano lleva a confusiones constantes. No es difícil que se mezclen sentimientos y emociones que nos despistan y nos impiden separarlos para analizar uno a uno su significado y origen. Miedo y desconfianza, inseguridad, a veces pueden actuar como sinónimos y otras no tienen tal relación. El miedo es algo natural, la desconfianza crece con el desengaño y la inseguridad con el fracaso. Hay muchos factores que influyen, pero me atrevería a decir que esos son los principales. La sociedad actual está enferma de estos problemas entre otros muchos. Cada vez es más frecuente escuchar que la gente está estresada, que va al psicólogo o simplemente que no le van bien las cosas. A pesar de todo siguen, mal que bien, aunque creo que ya hablé de la supervivencia en este tipo de situaciones.

Los valores actuales nos hablan de competitividad en un mundo globalizado, debemos luchar por ser los mejores. La ambición, la envidia, la soberbia y otros pecados capitales pueden ser observados en todo momento. Tratamos de llegar al superhombre y lo que conseguimos es alejarnos. Luchamos, pero no en contra de la corriente, sino a favor de ella para llegar antes a la meta. Obedecemos lo que quieren que obedezcamos y acabamos golpeándonos y pisándonos entre nosotros para conseguir el tan ansiado premio del éxito que nos han prometido si seguimos, como no tan dóciles perros, los “valores” establecidos. Y remarco la palabra “valores”, pues no los veo como tal. Cómo no, el éxito de los que se consideran más fuertes, supone el fracaso de aquéllos que no han podido continuar y han quedado rezagados y heridos por los que han seguido adelante. Los que compiten lo hacen con miedo, miedo a acabar como los que han quedado atrás del pelotón y miedo de decepcionarse tanto a sí mismos como a esa sociedad que tan observados parece tenerles. Y de aquí nace la inseguridad. No digo que la total seguridad en uno mismo sea positiva, a veces una pequeña dosis de miedo, nos ayuda a evitar errores que podríamos haber eludido con facilidad y que eran innecesarios para el aprendizaje vital.

El miedo, ya ha aparecido esa palabra que los más ignorantes, calificándose a sí mismos como valientes, dicen ser incapaces de sentir. No, eso se puede llamar desde ignorancia hasta imprudencia o insensatez, pero no valor. Hemos escuchado mil veces que aquél que, a pesar de sentir miedo sigue adelante sin dejarse abandonar por la voz del sentido común, es realmente valiente. Y coincido con esta afirmación. Como ya he dicho, una dosis de miedo evita cometer errores innecesarios, pues aquéllos en los que caigamos por desconocimiento e inexperiencia, ayudarán a combatir, precisamente, ambos defectos o, mejor dicho, características del que se enfrenta a lo desconocido. Repito lo dicho al principio, el miedo es algo natural y, en su justa medida, muy positivo.

También he mencionado la desconfianza, surgida a partir de decepciones y fracasos. No considero que ésta sea negativa. Como todo lo nombrado hasta el momento, en su justa medida resulta de ayuda. Aquél que confía siempre recibe más golpes, pero aquél que no confía nunca, jamás llega a ser él mismo, a conocer y a dejarse conocer. La desconfianza puede encontrar su nacimiento, también, en la mente de aquellos que obran mal y piensan que el resto actuará de la misma manera. Aquéllo de que cree el ladrón que todos son de su condición, haciendo uso de refranero español como es ya casi costumbre en estos breves análisis que traigo de la mano. Y es curioso que el esquivo suela coincidir con este segundo caso. El primero, el que va a corazón abierto, desconfiará, pero, aunque vaya modelando su carácter con la experiencia, siempre queda algo de lo que fuimos que nos recuerda nuestras vulnerabilidades.

Por ello, llamaría a ese punto de inseguridad, prudencia; al miedo que nos habla a través del sentido común, sensatez y a la desconfianza infundada por la decepción que supone conocer más a fondo al ser humano, experiencia. Son eufemismos que consiguen transformar lo que siempre hemos visto como defectos en virtudes, virtudes de sabio que, si sabemos cómo y cuándo aplicar, pueden ayudarnos a cortar los hilos de la tela que la araña llamada sociedad teje a nuestro alrededor, elevando así el vuelo hacia el verdadero éxito y satisfacción propia.
La complejidad del ser humano lleva a confusiones constantes. No es difícil que se mezclen sentimientos y emociones que nos despistan y nos impiden separarlos para analizar uno a uno su significado y origen. Miedo y desconfianza, inseguridad, a veces pueden actuar como sinónimos y otras no tienen tal relación. El miedo es algo natural, la desconfianza crece con el desengaño y la inseguridad con el fracaso. Hay muchos factores que influyen, pero me atrevería a decir que esos son los principales. La sociedad actual está enferma de estos problemas entre otros muchos. Cada vez es más frecuente escuchar que la gente está estresada, que va al psicólogo o simplemente que no le van bien las cosas. A pesar de todo siguen, mal que bien, aunque creo que ya hablé de la supervivencia en este tipo de situaciones.

Los valores actuales nos hablan de competitividad en un mundo globalizado, debemos luchar por ser los mejores. La ambición, la envidia, la soberbia y otros pecados capitales pueden ser observados en todo momento. Tratamos de llegar al superhombre y lo que conseguimos es alejarnos. Luchamos, pero no en contra de la corriente, sino a favor de ella para llegar antes a la meta. Obedecemos lo que quieren que obedezcamos y acabamos golpeándonos y pisándonos entre nosotros para conseguir el tan ansiado premio del éxito que nos han prometido si seguimos, como no tan dóciles perros, los “valores” establecidos. Y remarco la palabra “valores”, pues no los veo como tal. Cómo no, el éxito de los que se consideran más fuertes, supone el fracaso de aquéllos que no han podido continuar y han quedado rezagados y heridos por los que han seguido adelante. Los que compiten lo hacen con miedo, miedo a acabar como los que han quedado atrás del pelotón y miedo de decepcionarse tanto a sí mismos como a esa sociedad que tan observados parece tenerles. Y de aquí nace la inseguridad. No digo que la total seguridad en uno mismo sea positiva, a veces una pequeña dosis de miedo, nos ayuda a evitar errores que podríamos haber eludido con facilidad y que eran innecesarios para el aprendizaje vital.

El miedo, ya ha aparecido esa palabra que los más ignorantes, calificándose a sí mismos como valientes, dicen ser incapaces de sentir. No, eso se puede llamar desde ignorancia hasta imprudencia o insensatez, pero no valor. Hemos escuchado mil veces que aquél que, a pesar de sentir miedo sigue adelante sin dejarse abandonar por la voz del sentido común, es realmente valiente. Y coincido con esta afirmación. Como ya he dicho, una dosis de miedo evita cometer errores innecesarios, pues aquéllos en los que caigamos por desconocimiento e inexperiencia, ayudarán a combatir, precisamente, ambos defectos o, mejor dicho, características del que se enfrenta a lo desconocido. Repito lo dicho al principio, el miedo es algo natural y, en su justa medida, muy positivo.

También he mencionado la desconfianza, surgida a partir de decepciones y fracasos. No considero que ésta sea negativa. Como todo lo nombrado hasta el momento, en su justa medida resulta de ayuda. Aquél que confía siempre recibe más golpes, pero aquél que no confía nunca, jamás llega a ser él mismo, a conocer y a dejarse conocer. La desconfianza puede encontrar su nacimiento, también, en la mente de aquellos que obran mal y piensan que el resto actuará de la misma manera. Aquéllo de que cree el ladrón que todos son de su condición, haciendo uso de refranero español como es ya casi costumbre en estos breves análisis que traigo de la mano. Y es curioso que el esquivo suela coincidir con este segundo caso. El primero, el que va a corazón abierto, desconfiará, pero, aunque vaya modelando su carácter con la experiencia, siempre queda algo de lo que fuimos que nos recuerda nuestras vulnerabilidades.

Por ello, llamaría a ese punto de inseguridad, prudencia; al miedo que nos habla a través del sentido común, sensatez y a la desconfianza infundada por la decepción que supone conocer más a fondo al ser humano, experiencia. Son eufemismos que consiguen transformar lo que siempre hemos visto como defectos en virtudes, virtudes de sabio que, si sabemos cómo y cuándo aplicar, pueden ayudarnos a cortar los hilos de la tela que la araña llamada sociedad teje a nuestro alrededor, elevando así el vuelo hacia el verdadero éxito y satisfacción propia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sueño de una noche de verano - Serena

29. Alba

Anhelo