Cuerdos no tan cuerdos
¿Cómo es posible que algo que no
sucedió se pueda sentir como propio? Adueñarse de sentimientos que nunca
nacieron; vivir situaciones que murieron en una imaginación desatada por un
sentimiento más complejo; sentir dolor por algo que no murió, pues nunca llegó
a existir. Pueden llegar todos los unos de enero que quieran, pues uno seguirá
siendo el mismo, aunque modelado por las experiencias. Pero, para eso, no es
necesario que sea uno de enero. Puede ser un catorce de algún mes, quién sabe.
La novedad trae consigo el caos del desconocimiento y, cuando domamos las
situaciones, vuelven otras nuevas y así es como evolucionamos en constante
aprendizaje. A pesar de todo, yo sigo cayendo en los mismos errores, torpeza
emocional, quizás. O puede que realmente sea imbécil y no quiera admitirlo. No
sé si llamarlo reflexión de año nuevo, pues se ha pasado un poco la fecha, pero
aquí me tenéis frente a un teclado divagando sobre absurdos, despertando las
neuronas a raíz de algo – o de alguien.
Siguiendo la aleatoriedad de mis pensamientos, caí en la reflexión tópica
de que aquello que escuchamos refleja lo más profundo de nuestro ser. De este
modo, si alguien no es capaz de entender la música que escuchamos no será capaz
de seguir el hilo de nuestros sentimientos, decisiones… En resumen, nuestra
esencia. Pero esto es sólo un apunte o una deducción tonta que luego
probablemente no se cumpla.
Aún recuerdo el verano, saltando radicalmente de un tema a otro – esto no
es más que un reflejo de lo que el año está despertando en mí. Arrepentimiento,
lucha, decisión, una mirada esperanzadora hacia el futuro. Más propósitos, pero
tampoco quiero aburriros.
“Siempre el mar, aunque esta vez no sea el mar lo que se dibuja ante sus
ojos. Esta vez son montañas. Con sus acantilados, su vegetación de hoja perenne
y ese aire diferente que se respira a más de un kilómetro de altura. Esta vez
son las estrellas las que despiertan su ensoñación acompañada de una guitarra.
Las rocas no son el mejor asiento, pero no se queja. Se dibuja el rostro de
aquella mujer, sueño de verano que jamás vio cumplido. Tan difícil de seguir,
con cierto aura de misterio y a la vez con claras intenciones, al menos para
él. Espera que ella se coma la cabeza tanto como él, pero es cierto que si no
lo hace es por su culpa. Metió la pata hasta el fondo con ella y su orgullo le
va a impedir acercarse a menos que lo haga él, pero claro, él también es
orgulloso para esto. Dejó lo que tenía por ella y luego desapareció, dejándole
el corazón sumido en la duda del “por qué”. ¿Otra oportunidad en el verano
apremiante? Lo duda, a veces el destino juega sus cartas y, si uno no sabe
elegir, acabará desbancado por torpeza propia. Algo así le ha pasado y es lo
que lamenta desde que empezó septiembre. La ambición no conduce a nada bueno,
comprobado. Quizá lo mejor sea asumir que ese tren partió dejándolo en tierra
por no hacer el equipaje a tiempo. Quizá sea el momento de dejar de fantasear y
pisar tierra firme, por duro que este el suelo y esponjosas sean las nubes.
Sigue sumido en la misma duda, pero decide que lo mejor será acompañarla con
una canción”.
Y tal vez sea eso lo mejor, acompañar con una canción la incertidumbre
mientras se aclaran los sentimientos.
Qué bonito texto... Me encanta la profundidad y la reflexión que nos dejas. Te felicito.
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