Tiempo


¿En qué se mide el amor? ¿Cómo cuantificar el cariño? ¿Cómo mantener vivo el recuerdo?

Un detalle, una palabra, un gesto espontáneo, sin reparos ni máscaras. Ser tú mismo y conseguir que quienes te aman se sientan a gusto contigo. Una postal desde cualquier rincón del mundo, simplemente porque esa persona ha venido a tu mente sin aviso.  Una frase en el dorso, breve y cargada de significado. Unas palabras en una llamada telefónica para escuchar la voz que añorabas. Un abrazo a tiempo, en el momento oportuno o sin necesidad de ser justificado. Una visita inesperada a un amigo o a esa persona especial, a un familiar. Un “te quiero”, un “me gustas” o un “me encantas”, un “me haces sonreír”. Una mirada sincera, el esfuerzo imprimido en acciones diarias. La capacidad de respetar, de no cruzar las fronteras de lo personal para invadir con el agobio. Buscar las necesidades del otro para satisfacerlas, porque su felicidad es la tuya. Un beso. Un beso robado a unos labios tímidos, desprevenidos. Un beso a una madre, a un padre, a un hermano, a un amigo. Un beso en la frente, un beso en la mejilla, en la mano. Una caricia, una mano en el hombro cuando te pesa el mundo, que aligera la carga y que anuncia una mirada de empatía cuando está todo gris. Unas líneas en un diario dedicadas a quien quieres. Un “te entiendo” sin artificios como palabras de ánimo, como preámbulo a un discurso que haga que tu desgracia se diluya con unas gotas de comprensión. Una sonrisa de buenos días. Sí, una sonrisa cuando todos fruncen el ceño alrededor, una luz entre las tinieblas que se contagia, que mata a los monstruos del mal humor sin fundamentos. Y, ¿por qué no? Una discusión, una discusión para afianzar lazos. Lo creáis o no, son necesarias. Un enfrentamiento que te ayude a ver lo que no valoraste cuando nada te perturbaba. Dejar lo absolutamente todo para poner un hombro allá donde se necesitan secar lágrimas. Cometer una locura por amor, arriesgarse y estrellarse, o tener éxito. Sobre todo no dejar de hacer cosas que luego abrirán paso al reproche. “No lo hiciste en su momento y perdiste la oportunidad”. No arrepentirse de los errores por inexperiencia, sino aprender de ellos. No arrepentirse por sentirse vivo, dejando que la sociedad domine nuestro yo más espontáneo. Dejar que sean los principios los que nos guíen. No traicionarse ni traicionar. Pedir ayuda cuando se necesite, tomar la mano que se tiende. También así se  afianza el amor y la confianza. No dudar al ser sincero, no dejar en el tintero una crítica constructiva. Participar activamente en las relaciones. Menos Whatsapp y más cafés (o cervezas, o zumos). No se necesitan formalismos con quien amas, los modales son necesarios, pero respetar no implica frialdad o distanciamiento. Regalar flores, libros, dedicar canciones. Inmortalizar en una fotografía esa sonrisa que te hace temblar. Hablar con llaneza, sin artificios, de forma directa y sincera. Gastar bromas y reír con ellas.
  
Lo más importante para crear vínculos es regalar algo valioso y ¿sabéis qué es aquello cuyo precio no se puede pagar ni con oro? El tiempo. Regalar tiempo es regalar vida. Creo que no es necesario dar más rodeos. Regala tiempo, siembra y recoge. Los otros se encargarán del resto…


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