Errores


Errar es humano, una frase que ya viene estando gastada por su frecuente uso.

A lo largo de nuestra vida acontecen sucesos que van definiendo una personalidad que precisa de maduración, una maduración que viene de la mano de las experiencias. Experiencias, tanto buenas como malas, pero lo importante es vivirlas. Si te hacen reír deben ser bien recibidas y si te hacen llorar hasta que la respiración escape, también. Si la vida no nos diera amor, dolor, paz, odio, tristeza, todos esos sentimientos que nos hacen sentir que todo ha acabado y obligan a nuestras lágrimas a aflorar, de la misma manera que nos da aquéllos que nos hacen sentirnos arropados por la plenitud, la felicidad y arrancan carcajadas a nuestro pecho, no estaríamos vivos. Siempre he pensado que se deben recibir de igual manera a los problemas y las alegrías, pues son indicadores de que nuestro corazón sigue latiendo. Un mundo repleto de algodón y caricias no es más que la utopía de un necio.

Luego está la manía de no querer admitir los errores, alardear de que jamás se han cometido. “Yo nunca me equivoco”, otra muestra más de la soberbia y prepotencia humanas. Qué fácil sería todo si admitiéramos nuestros errores sin ocultarnos de una imperfección que aflora por más que se esconda. Y creer que se es perfecto por no cometer errores, nos hace más imperfectos, causando el efecto contrario al deseado. Quien no se equivoque debería sentir miedo, miedo porque el tiempo avanza y trae consigo problemas cada vez más difíciles de afrontar sin la base de la experiencia. Escucho que los golpes nos hacen más fuertes, acostumbrados cada vez más a resistir cosas que empeoran conforme el viejo maestro de las saetas avanza en su imperturbable camino. No creo que sea así, no son los golpes, sino la experiencia, aprender a ver los obstáculos y conocer sus miles de disfraces. No creo haber descubierto con esto algo que no se sepa ya. Errar es síntoma de vida, quien no vive no se equivoca. Deberíamos llevar la cabeza alta, presumiendo de los errores y no de no haberlos cometido. De cada caída sacarás una nueva enseñanza que anotar en el cuaderno de tu memoria, de tu personalidad que madurará y adquirirá una sabiduría que no se enseña en las escuelas. Filosofía parda la llaman a veces.

Os invito a equivocaros y, con esto, al llanto, la risa, la alegría, la efusividad, la empatía, el sufrimiento propio y ajeno, la amabilidad, la entrega, la tristeza, el miedo. A vivir en definitiva, erra, arrepiéntete, pero no olvides que ese arrepentimiento debe metamorfosearse en gratitud, gratitud a la vida que te da golpes y abrazos. Cuando la lluvia caiga, dejadla correr y fundirse con vuestras lágrimas, sentid en el rostro las miles de gotas que regala el cielo. No os lamentéis de lo que venga, no funciona, sólo te hace más débil.

Errad, que sois humanos.

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