24. Ojalá


Ojalá el tiempo detuviese su frenética carrera. Ojalá los momentos durasen un poco más, los instantes de plenitud. Ojalá recordará cómo ser feliz en los días en los que me ahoga la rutina, la mortal y anodina sucesión de días iguales. Ojalá los seres amados no partieran, ojalá se quedarán. ¿Y a dónde van?

Ojalá tuviera un diario con todas mis memorias, con los olores fascinantes que me descubre el mar, el bosque, un prado. Ojalá pudiese almacenar en una caja todos esos besos que me dieron y los que no, también, para abrirla y tomarlos en los momentos difíciles. Ojalá que mi abrigo fuera como ese abrazo de reencuentro que te hace crujir la columna y te recoloca las alegrías justo donde deben estar. Ojalá mi ventana me mostrara otros mundos, un paisaje cambiante donde ver a la gente disfrutar de una vida diferente, en un mundo paralelo.

Ojalá mis palabras sirvieran para evocar melodías, aromas, caricias. Ojalá tuviera una vela con el olor de nuestra primera noche, ojalá las rosas que decoraban aquel jarrón no se hubiesen marchitado nunca. Ojalá la Luna no se escondiera, o quizá esto no esté tan mal. Así se pueden ver mejor las estrellas. Ojalá ese cielo salpicado de diamantes titilantes fuera mi techo cada noche. Ojalá los árboles pusieran el perfume a las ciudades, ahogadas entre tubos de escape. Ojalá las alamedas me dieran sombra en los paseos en los que medito sobre mi existencia, en esos días en los que no me aguanto ni yo. O los pinos, con sus agujas, me dieran cobijo cuando escapo del día a día. Ojalá el mar no estuviera tan frío para bañarme en invierno, para dejarme acariciar por su sal también en las mañanas de enero. Ojalá supiera valorar las pequeñas cosas en los momentos más ambiciosos, para recordarme que la felicidad no se encuentra sólo en los grandes logros. Ojalá la banalidad del mundo no me hiriese tanto, ojalá fuese capaz de ignorarla cuando es imposible ponerle remedio.

Ojalá no me reprochara mis propios caprichos, antojos que se salen de la norma. Ojalá los prejuicios de esta sociedad no me afectaran, me declaro, así, culpable. Ojalá pudiera ser niño, recuperar la inocencia dulce de aquellos años. Ojalá lo fuera un poco menos, las ilusiones rotas duelen tanto como una decepción. De hecho así las llamo, decepciones. Ojalá pudiera controlar la intensidad de un corazón que vive un poquito en las nubes, que imagina historias imposibles. O quizá no debiera pedir esto, soñar despierto es, de alguna forma, ser libre.

Ojalá decir te quiero fuera tan fácil como cuando lo hace un niño. Ojalá la empatía fuera algo más común, el entendimiento o el respeto. O quizá es que no les he hecho caso a aquellos que sí la han mostrado. Quizá sea eso. En ese caso, ojalá lo valorase más.

Ojalá pudiese esconderme en la cara oculta de la Luna, para jugar al escondite como un niño travieso y que vinieras a buscarme. Tú, quien quiera que seas, si es que no te conozco ya. Ojalá la vida me pusiese retos, trabas, obstáculos. Espera, no, eso ya es así. Así la satisfacción de conseguir lo que te has propuesto es mayor. Ojalá no pidiese tanto y me conformase un poco más. Aunque creo que no quiero conformarme. No, de hecho, puedo afirmar que no quiero hacerlo. No obstante, sé que está en mi mano cumplir lo que pido.

Ojalá algún día amanecieras, tú, sí, tú, consciente de que el cambio está en tus manos. Empezando por lo que te rodea, pequeñas cosas que marcan la diferencia. Ojalá lo descubras y empieces a ponerte en marcha. O, quizá, ya lo hayas hecho.

Dedicado a M.

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