4. Efímero
Un café en grata compañía, una
mirada, la sensación de revoloteo en el estómago. Un beso, una sonrisa, una
lágrima de emoción, de pena, de alegría.
Un “te quiero”, una discusión y la reconciliación a posteriori. Un abrazo, un
guiño, una imagen, una película, una caricia, el adiós. Una tarde rodeado de
amigos, la intimidad con tu pareja, caminar cogidos de la mano, un cumplido, un
halago susurrado al oído, que te pone el vello de punta.
La Luna llena, una estrella
fugaz, el amanecer, el atardecer, el alba púrpura sobre el horizonte, el
tórrido sol estival. Las flores en primavera, la hoja caduca, la alfombra
dorada del otoño. Un brote, una rosa, una orquídea, ese ramo que guardas
luchando contra su naturaleza efímera. El olor del mar en tu piel, la nieve de
invierno, el revoloteo de una mariposa frente a ti, el canto de un ave. El
encuentro fortuito con la naturaleza, la lluvia en el rostro, un relámpago… y
un trueno. La tormenta. La luz colándose en el claro de un bosque, un paseo por
la montaña, por la orilla de una playa desierta, o por tu ciudad. La aurora, la
primera vez que ves el cielo estrellado, un eclipse.
Un viaje, una escapada no
planeada, una canción, unas vacaciones, un fin de semana. Un romance de verano,
una ilusión, la ingenuidad, la inocencia. Un pensamiento, un deseo, una decepción, un
descubrimiento. “Me gusta el mar”. “Pues a mí me gustas tú”. Un libro, una
noticia, un nacimiento y una muerte. Sacar el brazo por la ventanilla del
coche, la brisa, un paseo en moto mientras el viento te rasga el rostro, rodear
su cintura o que te la rodee. Un vuelo, un viaje en barco, dejar atrás el
paisaje tras la ventanilla de un tren.
La inspiración, un relato, una
carta, una llamada. Una visita inesperada, una noche de fiesta, escuchar a
alguien cantar. Un baile, o dos. Una cena con esa gente a la que no veías desde
que algún tipo de obligación te hizo desaparecer. Un dulce, el chocolate, tu
plato favorito. Que te canten feliz cumpleaños, una sorpresa, una carcajada que
corte la respiración. Una victoria, una celebración, el protagonismo en una
reunión.
La infancia, la juventud, la
amistad, el amor, la vida.
Podría enumerar tantas cosas como
tiempo tuviese, pero este es también pasajero. Todo concluye y es el valor
finito de los momentos, de los instantes, lo que les otorga valor. Ese bosque
ha estado ahí desde que llegaste, pero tú te percatas de lo que alberga sólo si
pasas de visita. Esa amistad que había estado siempre a tu lado se torna más
valiosa cuando se pierde, cuando termina. Es el tiempo el que le pone precio a
las cosas, amo y señor de nuestra existencia. La ausencia de aquello que
creíamos nuestro sin fecha de caducidad, puede ser causa de obsesiones, de
lamentos y de ansias de recuperación. Efímero, los mayores regalos son efímeros,
mueren, expiran, quedan en el recuerdo. Y me pregunto, si no lo fueran,
¿sabríamos valorarlos?
Dedicado a A.L.S.
Comentarios
Publicar un comentario