Supervivencia



Sobrevivir es fácil, lo que no es sencillo es elegir la forma de supervivencia. Ya no hablo de supervivencia física, sino moral. Cómo hacer frente a las penas y alegrías, a situaciones desfavorables, positivas y a aquellas que te consumen poco a poco, aflorando desde el interior hasta la mirada. Hay muchas formas de hacerlo, aunque, como es natural en el ser humano, tratamos de ordenar y dividir a las personas que cumplen un par de características generales en distintos grupos. Características que quizás luego no tengan nada que ver con lo que se es en realidad, pero que están ahí marcando pautas y configurando patrones. Hablamos de débiles y fuertes como división principal. Ya lo hacía Nietzsche al hablar del filósofo y del superhombre. Hay quien decide afrontar la vida por sí mismo, calla y asume y sigue adelante sin ayuda, aunque creándose una coraza que hace cada vez más vulnerable lo que se esconde tras ella. Está quien necesita a los demás, la presencia de alguien que le apoye moralmente, aunque quizás en el momento de actuar lo haga solo, de manera inconsciente, y esa es su coraza. Hay quien se derrumba a la mínima y se mueve dando tumbos entre altos y bajos, dependiendo de lo que vaya deparándole la vida a la que llama suerte, encontrando así la llama de la esperanza en el azar. Y hay quien usurpa la identidad de otro a quien llega idolatrar convirtiéndolo en una obsesión, llegando a ansiar lo que tiene hasta el punto de cometer graves traiciones morales tanto hacia su persona, como hacia la de aquel que se ha convertido en objeto de sus anhelos. Y sin darme cuenta, soy yo misma la que está estableciendo patrones, dividiendo por características que quieren ser más concretas que las de los dos primeros. Y me equivoco, como todo aquel que hace suposiciones de este tipo.

No considero que haya una forma de afrontar la vida que te haga más fuerte o más débil, no creo que resida ahí la clave. Cuando nos ponemos ante el recorrido que supone vivir, somos nosotros los que marcamos la ruta, el sendero, los que ponemos carteles que indiquen, no al que venga detrás, sino a nosotros mismos. Éstos, servirán para recordarnos lo que hicimos y cómo afrontamos aquella pendiente o descenso. Pueden hablar mil idiomas y, cuando digo idiomas, no me refiero a lenguas, sino a aquello que nos definirá como somos, fuimos y seremos. Cada paso cuenta, cada decisión y cada reacción. El conjunto nos llevará a ser clasificados de una manera u otra, pero clasificados al fin y al cabo.

La vida puede dar lugar a numerosas comparaciones y metáforas, pero como ya dije, se puede comparar con un mar cuyas corrientes nos arrastran. Un mar en el que acabas muriendo hagas lo que hagas. Pero entrando un poco más en detalles, la forma de nadar que te mantiene con vida hasta que expiras, es la que va a hablar por ti. Puedes abandonarte, luchar contra ellas o combinar ambas cosas. Digamos que estás destinado a permanecer con vida hasta que llegue la muerte a tenderte la fría mano que te sacará del juego de corrientes y oleaje. Por ello, no creo que la supervivencia sea difícil, lo complicado es sobrevivir de manera digna.

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